La crisis financiera internacional detonada en 2008-2009, sus repercusiones en la actividad económica y la divergencia en las respuestas para hacerle frente han dado nueva fuerza al debate entre académicos, representantes de organismos internacionales y funcionarios públicos sobre el alcance de las políticas públicas, tanto para reducir los impactos adversos de los choques externos como para detonar un fuerte repunte de la producción y del empleo que sea sostenible en el largo plazo. En los hechos, la severidad y la duración de la crisis financiera internacional sobre las economías desarrolladas dejó de manifiesto que las fuerzas del mercado, por sí solas, no garantizan un crecimiento económico sostenido ni blindan la economía local de agudos desequilibrios financieros o de balanza de pagos. Por otra parte, el todavía lejano éxito de las diferentes políticas económicas adoptadas ante la crisis revela las restricciones—ideológicas, conceptuales y políticas—que pesan sobre los gobiernos en el diseño e instrumentación de una estrategia contracíclica efectiva. En el caso de América Latina, este debate da un renovado giro a la reflexión que se gestó a fines de la década de los noventa para explicar el fracaso del llamado Consenso de Washington en impulsar el crecimiento sostenido del producto y del empleo.