El impresionante desarrollo que ha tenido la ciencia y la tecnología tanto en lo general como específicamente en el terreno de la medicina, ha transformado radicalmente el proceso de atención y ha tenido repercusiones trascendentes en el funcionamiento de las instituciones encargadas del cuidado de la salud.
Este desarrollo ha propiciado cambios demográficos y epidemiológicos que se traducen en nuevas demandas de atención y surgimiento de problemas de salud de mayor complejidad y de mayor costo para las instituciones, derivados del incremento en la esperanza de vida, cambios en los hábitos y costumbres de los individuos, deterioro del ambiente y nuevos factores de riesgo o enfermedades relacionadas con el surgimiento de nuevas industrias y el uso o abuso de la tecnología.
Por otra parte, y aunque indudablemente los avances científicos y las innovaciones tecnológicas, han contribuido de una manera determinante al mejoramiento de la salud de los individuos, también han sido un factor de deshumanización y de deterioro de la relación médico-paciente, como sucede con la creciente tendencia a substituir la clínica por la técnica, el empleo irracional y dispendioso de la tecnología que incrementa el costo de la atención médica y genera inequidad, o los conflictos bioéticos derivados de la investigación científica cuando esta vulnera los derechos fundamentales o las garantías individuales.
Necesariamente, las instituciones prestadoras de servicios de salud, deben ajustar sus estructuras, sus modelos de atención y sus esquemas de funcionamiento, en respuesta a las situaciones prácticas que plantea el acelerado desarrollo científico y tecnológico. Ello incluye, las estrategias a nivel nacional para superar los rezagos tecnológicos e impulsar la investigación; las previsiones en las políticas sociales y específicamente en las políticas de salud en cuanto al futuro panorama epidemiológico y demográfico y los ajustes necesarios y reestructuraciones de los sistemas de salud.