Artículo en el que se expone que a finales de la década de los 50s la inestabilidad política en América Latina no es un asunto puramente económico, sino del hombre mismo y, por así decir, del destino histórico de los pueblos. Su problemática encierra una dialéctica crítica. Por el momento, el malestar es muy grande y casi generalizado. La situación actual no es capaz de crear un sentimiento de estabilidad y bienestar, sino más bien de acentuar el clima de inquietud. Las conmociones ponen en juego un sistema de premisas que es necesario estudiar y vigilar atentamente.