Durante varias décadas, la industria farmacéutica ha seguido figurando en los primeros lugares (o en los más próximos a éstos) de la lista de rentabilidad comercial. El mito estriba en que sus ganancias se desprenden de la producción y la venta de los muchos avances terapéuticos que ha generado la investigación en el ramo, mas la realidad dista mucho de ser así. En primera instancia, únicamente cerca del 1.3 % del dinero que gasta la industria (después de las deducciones de impuestos) se destina a la investigación básica, que es el tipo de investigación en que se generan nuevos medicamentos. En segundo lugar, la mayoría de los nuevos medicamentos provenientes de las empresas farmacéuticas ofrecen poco, casi nada, en nuevas opciones terapéuticas. Por ejemplo, en la década que va de 2005 a 2014, de entre los 1032 nuevos medicamentos y nuevos usos de antiguos fármacos que se insertaron en el mercado francés, sólo 66 ofrecieron una ventaja considerable, mientras que más de la mitad se clasificaron como “nada innovadores” y se determinó que 177 eran “inaceptables”, dado que conllevaban riesgos graves a la seguridad y carecían de beneficio alguno. (AU)