La cohorte de edad que más ha padecido el Covid-19 en términos de mortalidad ha sido la de los adultos mayores. Además, una gran mayoría de los fallecidos de esa edad, a lo largo y ancho del mundo, vivían en residencias de mayores. El impacto de la pandemia también ha puesto de manifiesto un preocupante edadismo en la gestión de la alarma sanitaria y una fragilidad de los sistemas de cuidados para los adultos mayores. El análisis de los datos disponibles, sin embargo, no permite vincular la tasa de envejecimiento, el gasto sanitario o la tasa de cobertura de residencias con el número de fallecimientos. Mediante un proceso cualitativo desarrollado en 2020 y un análisis de fuentes disponible para Europa, con especial foco en España, se han identificado los principales elementos a mejorar en la gestión de este tipo de crisis sanitarias en los adultos mayores, así como una serie de buenas prácticas, en las siguientes cuatro áreas: adaptaciones de los servicios residenciales, potenciación de los recursos humanos, iniciativas (y tecnologías) de apoyo al bienestar emocional y finalmente actuaciones en el ámbito comunitario y cooperativo. A su vez se han sistematizado recomendaciones para avanzar hacia un sistema de cuidados centrado en la persona para los adultos mayores en el contexto de la economía plateada.