En las instituciones de salud es frecuente que los médicos u otros profesionales de la salud ocupen altos cargos directivos, habitualmente sin ninguna experiencia administrativa, de tal modo que un excelente clínico se puede convertir en un pésimo líder y administrador. En este artículo se abordan las consecuencias administrativas y organizativas de un mal ejercicio del liderazgo, interpretando el fenómeno desde las teorías clásicas y contemporáneas del liderazgo y exponiendo los problemas que la alta dirección en salud enfrenta frecuentemente en los hospitales. El liderazgo no es innato, es una habilidad que puede ser desarrollada. Liderar y administrar instituciones de salud es una ciencia y un arte que bien debiese aprenderse desde el pregrado y perfeccionarse en el posgrado, puesto que, a menos que el profesional de la salud posea una sólida carrera administrativa y política, el ocupar altos cargos de responsabilidad es un asunto fortuito.