Entre 1995 y 1999, la reestructuración de la producción vitivinícola en las zonas rurales de Mendoza (Argentina) produjo la desestructuración del modelo paternalista de gestión del trabajo. El nuevo modelo instauró condiciones laborales extremadamente precarias. Los trabajadores pasaron de una pobreza conocida y controlable, a una situación de inestabilidad, en la que no podían cubrir sus necesidades básicas. La única alternativa era recurrir a la asistencia social. Sin embargo, el Estado, que no pudo prever un flujo tal de demandas, resultó incapaz de satisfacerlas. Entonces, puso en marcha un sistema burocrático de gestión de ayuda para poder gerenciar los escasos recursos disponibles. El objetivo de este artículo es analizar esa experiencia de los trabajadores rurales confrontados a un nuevo dispositivo burocrático.